Desde el paradigma de “dualismo ontológico”, que escinde al ser humano en cuerpo material y alma o psiquis, no existe un concepto claro de enfermedad mental, y es exagerada la co-morbilidad de “entidades sintomáticas”. Tampoco han resuelto el tema los monismos vitalista y existencialista, reduciendo una dimensión a otra, o ignorando una de ellas. La Teoría General de Sistemas sí tiene la capacidad de distinguir los caracteres estructurales de los distintos sub-sistemas de un sistema Complejo y los propios del sistema sintético emergente de la totalidad.
En la nueva biología emergente, “la apropiación constituye un principio universal de identidad” (Jonas). Apropiación, es el antónimo de alienación o de alteración, que es la esencia de la enfermedad, tanto somática cuanto psíquica. En el ámbito psíquico, ella se presenta como formas de “Desrealización y despersonalización (que) son dos aspectos de un mismo trastorno de la comunicación”. (von Gesattel) La enfermedad psíquica es una “des-apropiación” comportamental por alteración comunicativa.
En las psicosis (Logopatías) lo alterado son las “formas” inteligidas, los significados entendidos de la realidad, propia y/o del mundo. En las neurosis (Timopatías) lo alterado es el sentido “modal” de afectar la situación las posibilidades del sujeto de realizar “su” propia vida.
Ponencia en la 17th International Conference on Phylosophy, Psychiatry and Psycology (INPP 2015), realizada en Frutillar, Chile, en Octubre de 2015.
En el nivel teórico, la psiquiatría actual tiene dos grandes problemas. Por un lado no tiene un concepto claro de enfermedad mental. Por otro lado tiene grandes dificultades para interrelacionar coherentemente las diferentes dimensiones de la vida humana. (Por ejemplo, las estructuras biológicas de las redes neuronales con las estructuras semánticas de su comportamiento.) Ambos problemas generan dificultades operativas en la praxis clínica, que demandan nuevos paradigmas. Hoy es necesario un nuevo paradigma antropológico de la unidad sistémica de la vida y comportamiento del individuo, cuanto paradigmas regionales de las distintas estructuras dimensionales, o subsistemas que integran su vida y comportamiento. Paradigmas regionales que permitan la captación unitaria de los síntomas psicopatológicos en entidades nosológicas, según el “tipo” de estructura alterada, que nos lleven a superar la híper co-morbilidad de los actuales síndromes sintomáticos, contrarios a la intuición clínica.
Desde los actuales paradigmas de “dualismo ontológico” que escinden al ser humano en cuerpo material y alma o psiquis espiritual, no es posible integrar las dimensiones de su vida de modo coherente. Tampoco han resuelto el tema los monismos paradigmáticos reduciendo una dimensión a otra, o ignorando o negando a la otra. Ha sido el caso del “vitalismo” de Bergson en la Psiquiatría de un hombre sabio como Minkowski. O el existencialismo en autores tan cultos como Medard Boss. O el fracaso de la línea biologicista en sus múltiples versiones. Entre ellas la postura empirista del DSM, fundada en el positivismo lógico del círculo de Viena. Es bueno recordar que el positivismo lógico ha sido marginado prácticamente por todas las ciencias en los últimos decenios, y que fue cuestionado incluso por algunos de sus fundadores, como fue el caso del último Wittgenstein. Y que la pretensión de fundamentar el conocimiento científico sólo en datos evidentes, de constatación directa, ha sido descalificada por la generalidad de los filósofos de la ciencia, de los epistemólogos y de los propios científicos. Y también recordar que en el siglo XX han sido renovados los paradigmas prácticamente en todas las ciencias.
El problema de los paradigmas en psiquiatría, psicopatología y psicología, es que no han superado el “horizonte substancialista” de la ontología tradicional occidental, que sustentan la reificación de las dimensiones humanas natural y cultural, como entidades “en sí”, no sólo diferentes, sino radicalmente opuestas. Este dualismo cosificante se corresponde con la ontología ingenua de la percepción del mundo habitual y con el “sentido común” de la sociedad actual fuera del ámbito científico. (La revolución de los paradigmas de Kuhn.)
El horizonte metafísico substancialista, creado por los Griegos, sostiene que el “ser” de cada ente, su esencia, es una substancia que constituye la identidad del ente. Y que esa substancia –ya sea como forma aristotélica o como idea platónica− es el principio invariable y definitivo de todos los caracteres de cada categoría de entes. Y que todo ente complejo es una mera suma de los caracteres sustanciales de sus elementos constitutivos.
En el siglo XX, desde la visión evolucionista de todas las estructuras del Universo, no sólo de los organismos vivos, desde las teorías de campo, desde el estructuralismo dinámico, desde la epigenética y el emergentismo, el substancialismo ha sido superado y reemplazado, de algún modo por la Teoría General de Sistemas.
Hoy es posible, desde su horizonte ontológico y metodológico una visión “mereológica”, que diferencie las propiedades de la unidad integral de un sistema, de las propiedades particulares de cada dimensión del sistema. Si el substancialismo veía las identidades como la manifestación de la unidad de una esencia ideal, la Teoría General de Sistemas, “parte siempre de que la identidad es constituida mediante una diferenciación con el entorno” (de su campo), como nos dice Niklas Luhmann, (en Complejidad y Modernidad). Y si las esencias y las estructuras eran eternas en el viejo paradigma, en el actual, las estructuras son todas frutos evolutivos de procesos dinámicos. Las nuevas estructuras se producen por procesos epigenéticos de causalidad emergente desde los niveles previos, los cuales son reestructurados dentro de la síntesis del nuevo nivel. (Este es el concepto de “reentrada” en la TGS, tremendamente diferente del de feed back.)
En la realidad percibida por la ciencia contemporánea, no hay “cosas en sí”, sólo hay procesos. (Como postuló Whitehead a principios del siglo XX.) En esta visión, los entes reales no son los orígenes de las dinámicas, como causas de efectos sobre el medio. Al revés, son los procesos dinámicos en un campo de fuerzas, los que crean fronteras topológicas, generando las formas locales actualizadas por diferenciación respecto del campo y sus otras formas. La creación evolutiva no se basa en la igualdad, sino en la diferencia. Entendiendo que “diferir” es una correlación entre dos estructuras que mantienen una respectividad de contraste entre sus formas mutuas. Podemos decir que toda entidad basa su identidad estructural en la diferencia. Cuando evolutivamente la diferencia de las formas se hace evidente, cuando aparece la distinción de las diferencias aparece la correlación informativa. Las diferencias creadoras de formas generan entidades, generan cosas. La distinción de las formas diferentes transmite información entre las diferentes formas. Este sería el momento evolutivo de surgimiento de la vida.
En esta visión de la Teoría General de Sistemas, la vida es un proceso dinámico que genera una frontera informativa, creando tanto al organismo sensible a un lado de la frontera, cuanto al nicho ecológico con su información de estímulos del otro lado, como dos dimensiones del mismo sistema vivo comunicacional.
Un organismo es un sistema anti-entrópico, que vive gracias a incorporar materia y energía, creando nueva información en su estructura. Para ello tiene que distinguir las formas asimilables de las no asimilables, y las formas amigas de las enemigas, al tiempo que distingue las formas del medio externo respecto de las formas del propio organismo. Con ello surge la “sensibilidad informativa” que hace explícitas las diferencias de las formas materiales, ahora distinguidas como comunicación de información para organizar el comportamiento en la frontera orgánica. (Inicialmente esa frontera formalizante de la información fue la membrana celular, dando origen a las primeras formas de vida, como vio claramente Lynn Margulis.) ¡La vida se sustenta en la información que permite la apropiación armónica, tanto del medio al organismo, cuanto del organismo al medio! Es la información la que estructura la conducta sana, adecuada a la propia realidad y a la realidad del medio, en un sistema vivo que es auto-poiético, empleando la denominación de Francisco Varela.
El biólogo Pier Luigi Luisi (en su libro de 2010, La vida emergente.), nos indica que: “los organismos vivos crean su propio entorno (nicho), y el entorno crea la vida de los organismos (…en una mutua) co-emergencia”…“cuyo fin es el mantenimiento del equilibrio de la auto identidad.” Así mismo Hans Jonas, en su libro El principio vida, nos habla de ella como “sistema de relación constituido conjuntamente por el organismo y el entorno”. Y agrega: “la apropiación constituye un principio universal de identidad”. Esta afirmación, que comparto, me parece de una importancia fundamental para nuestro tema. ¡Aquí sólo señalo que apropiación, es el antónimo de alienación o de alteración!
La información del mundo que percibe un organismo no es una pura recepción pasiva, sino el producto de una interacción entre el individuo orgánico y su entorno, que construye las formas que in-forman. Esto ya fue descrito por Von Weizsäcker en 1939 en su libro “Der Gestaltkreis” (“El círculo de la forma”), y confirmado plenamente por la neurofisiología reciente. (Movimientos oculares microsacádicos: si el ojo no está realizando micro-movimientos respecto a las figuras que ve, estas desaparecen inmediatamente. Sucede con lentillas generadoras de formas, … )
En el campo de la percepción sensorial, esto fue mostrado claramente por las investigaciones de la Psicología de la Gestalt, de principios del siglo XX. (Un hallazgo fundamental de la configuración de la percepción fue la diferencia entre “Figura y Fondo”, como la presencia de una diferenciación respectiva, NO de “objetos en sí”. De aquí que el fondo puede transformarse en figura y viceversa, según la atención del sujeto perceptivo, esto es, según el modo de dirigir la actividad perceptiva hacia el mundo.) (Esas mismas investigaciones determinaron que “el significado” [que es una estructura semántica, y no material] opera constitutivamente sobre la configuración material de la forma sensorial.)
El surgimiento de la conciencia en el ser humano, fue un nuevo paso evolutivo, en la correlación informativa diferencial organismo // medio del comportamiento. La percepción sensorial humana no sólo distingue las diferentes formas de objetos o cosas, sino que distingue las formas diferentes dentro de la estructura de cada cosa. Y distingue cada cosa de sí mismo y de la circunstancia presente. Sin estas distinciones el ser humano no podría fabricar instrumentos. Sólo podría, como el resto de los animales, utilizar algo instrumentalmente como extensión de su propio cuerpo instrumental.
Dentro del nivel humano de la configuración informacional, la Epistemología Genética, a partir de Piaget, mostró la construcción progresiva de la diferenciación del objeto y del sujeto por la praxis operativa pre-verbal y preconsciente. Esto es lo que develó Husserl como “intencionalidad pasiva” del acto consciente, constituyendo los dos polos del fenómeno: el nous y el noúmeno, superando la visión substancialista de la conciencia, que reificaba la conciencia como siendo un ente “en sí”, que se relacionaba ulteriormente con sus objetos. Es la misma dialéctica que hoy sostienen neurobiólogos como Edelman y Tononi para el proceso concienciador, quienes (en su libro A Universe of Consciouness) nos indican: “Siendo un proceso, no una cosa, la concienciación es continua y continuamente cambiante a la vez.” Una “rápida disminución de la incertidumbre informativa” (por un proceso) de “espontánea interacción reentrante a lo largo de conexiones … de integración y diferenciación” (…) “Dependientes de la vigilancia atencional”.
Desde una aproximación comunicacional a la psicopatología, los síntomas NO SON, como pretende la visión semiológica del empirismo, la presencia de signos o indicios que señalan o manifiestan las causas previas y ocultas de la enfermedad psíquica. ¡NO! Los síntomas psicopatológicos son comportamientos organizados por estructuras de información inapropiada, que dificultan o destruyen la realización de la propia vida. ¡Generan desrealización y despersonalización! Y como señaló Víktor von Gebsattel en su Antropología Médica (p 60) “Desrealización y despersonalización son dos aspectos de un mismo trastorno de la comunicación”.
Ya López Ibor (senior), en su libro sobre Las Neurosis como enfermedades del ánimo (de 1966), sostuvo que “los síntomas de las neurosis (…) por una parte expresan la enfermedad, y por otra parte son la enfermedad misma.”
Pongo un par de ejemplos: lo más destructivo de una fobia no es la emoción de pánico o de miedo angustioso, no justificada por la realidad operativa del objeto o situación fóbica. Lo más destructivo para el paciente fóbico es estar convertido en “objeto pasivo” de la amenaza fóbica, enajenando su condición de ser sujeto apropiativo de los recursos del mundo. El fóbico no se apropia del tipo de objetos o situaciones implicados en su fobia, sino que es compelido a una conducta evitativa. La agorafobia suele ser tremendamente destructiva de la vida, pues su objeto fóbico, el espacio público externo a su intimidad, abarca gran parte del ámbito de realización de la vida.
En las adicciones, lo más destructivo no es la ansiedad urgente por conseguir aquello sentido como necesario para la propia existencia. Lo verdaderamente destructivo es la “pérdida de independencia del sujeto electivo”, esclavizado por su adicción a un poder enajenante. El adicto no se apodera del poder realizador del mundo con su propia conducta, lo reemplaza por el poder mágico de aquello a lo que es dependiente, cuyo consumo le transforma instantáneamente la percepción del mundo entero y su modo de encontrarse en él. Esto es clarísimo en el alcoholismo y otras drogas. El efecto transformador de la conciencia del mundo y de sí mismo de la intoxicación etílica, le proporciona al paciente un bienestar global ficticio, al tiempo que le elimina su responsabilidad de construir su propia vida personal, que lógicamente termina perdiendo.
De lo apropiado del comportamiento depende la estructura vital y su salud. Gadamer, en su libro El estado oculto de la salud, nos señala con acierto: “experimentamos (...) la salud (...) como lo mesuradamente apropiado”. Desde esto se puede postular que: «toda enfermedad es una “expropiación”.» La enfermedad somática por pérdida de la inherencia funcional de los sistemas orgánicos a la construcción y mantenimiento de la propia mismidad del organismo. (como señaló Diego Gracia)
¡En cambio, la enfermedad psíquica es una “des-apropiación” comportamental: es una alienación del propio sujeto conductual o de su mundo de vida habitual. O la alienación de la estructura de ejecución conductual! «La psicopatología es una enajenación comportamental, por una información que desrealiza al mundo, al sujeto y a la mutua apropiación.» Entendiendo que el ser humano percibe todo como siendo “algo en propio” o “propiamente algo”, y a sí mismo como “propiamente alguien” o como “sujeto propietario” de su vida, de sus acciones y de sus vivencias. Las pérdidas de esas propiedades de la realidad del mundo o de sí mismo generan desrealización y despersonalización del comportamiento, al tiempo que generan “reificaciones” y “personificaciones” de aspectos o dimensiones de lo real o de lo personal. En la sintomatología, unas veces predomina la pérdida de las propiedades reales, y en otras la asignación de las propiedades del todo real o personal a una parte o a una dimensión de ese todo.
Ejemplifico: En una fobia, las posibilidades de riesgo destructivo del objeto en la circunstancia presente, son asignadas al aspecto o fisonomía del objeto, y no a su capacidad operativa en relación con la situación real y con las capacidades ejecutivas del sujeto fóbico. Así, la foto de un perro grande, negro y con la boca abierta puede desencadenar la reacción de pánico; mientras el sujeto fóbico, paralizado de terror, es mero objeto pasivo de la amenaza imaginaria. Reificación total de la fisonomía, con desrealización del conjunto de la situación real. En una adicción fetichista de tipo sexual, está anulado el encuentro erótico personal, reemplazado por una relación sexual impersonal con una prenda de vestir, a la cual el paciente le confiere todo el poder de la persona. El fetiche está personificado, mientras la persona real está despersonalizada. <Como vemos, al menos en estos casos, la estructura psicopatológica implica errores mereológicos de la información, con confusión de el todo y las partes.> Este error comunicativo es prácticamente una regla en la psicopatología, y no sólo en la de origen afectivo. [¿?]
¿Cómo son posibles estas confusiones y alteraciones informativas, que encontramos en toda la psicopatología? ¿Dónde residen las raíces de esa vulnerabilidad humana para la psicopatología? Veamos algunas de ellas.
La organización informacional entre el individuo y su entorno, en el ser humano deviene simbólica, lo que le permite transformar su “nicho ecológico” en “mundo de vida”, y transformar su “organismo” en “alguien”. Como dice Arnold Gehlen, “la capacidad de transformar naturaleza en cultura, le permite al hombre realizar sus dos grandes tareas en la vida: La primera “descubrir el mundo, apropiárselo y elaborarlo. La segunda hacerse a sí mismo apto-para apropiarse de sí mismo.” En esto consiste la construcción de la 2ª naturaleza humana: la cultura naturalizada o Nurtura.
Actualizar las cosas en sus dimensiones simbólicas es lo que le permite mentarlas (pensar en ellas) y además co-mentarlas (hablar de ellas). La construcción de estas dimensiones culturales de sí mismo y de la realidad del mundo, tiene carácter evolutivo histórico, tanto en la especie como en la maduración de un individuo actual. Pero su presencia como estructura de mundo siempre tiene carácter de natural, es “cultura naturalizada” como ontología real. El carácter simbólico de la presencia evocada de las cosas, inicialmente no es distinguido de su presencia fáctica. Esto es de fácil constatación en la primera infancia de cualquier niño. Las identidades reconocidas se presentan como siendo de suyo realmente lo que son, más allá de su presencia, sea esta sensorial, imaginada o pensada. Este es el carácter de reificación de la forma comunicativa humana, que da origen a lo simbólico conjuntamente con lo real, sin que el proceso simbólico o simbolizante se haga evidente él mismo.
La psicopatología surge de estructuras informacionales que alteran la identidad de las cosas del mundo y la del propio sujeto del comportamiento. “Alterar” quiere decir “transformar la identidad”. Es lo que constituye la enfermedad, y NO los meros trastornos parciales, que afectan sin alterar la mismidad. Todo organismo y sistema de comportamiento implica algunas dimensiones locales disarmónicas, que no constituyen enfermedades del individuo. Salvo cuando éste las vivencia de modo absolutizado con su capacidad simbólica. Entonces cobran el sentido de alteración de su vida personal, como sucede en la psicopatología distímica. “Tristeza” es el sentimiento normal de pérdida de un bien personal. “Melancolía” es el humor de haber perdido el mundo de vida entero, o la pérdida de “todas sus posibilidades” personales, como señaló Glatzel.
La vulnerabilidad psíquica del individuo depende en gran parte de una defectuosa organización de sus estructuras de comunicación informativa con el mundo. Sea por trastornos de las funciones cerebrales en su organización, o sea por insuficiencia de la maduración biográfica del sujeto. La evolución biológico-cerebral, en los homínidos y en la infancia del sapiens, va creando sistemas informativos que potencian el progreso de la independencia y del dominio del individuo sobre el medio. [Los criterios actuales que miden el grado evolutivo de las especies.] A su vez, la maduración biográfica crea “tipos de mentalidad” y “tipos de mundos”, que hacen al individuo más autónomo, más libre y más auto-realizador. Por lo tanto más resiliente.
Ahora bien, la estructura informacional simbólica del ser humano se organiza en dos sistemas semánticos distintos de información: la del significado de las cosas y los hechos, y la del sentido de los recursos y de los sucesos. Estas dos estructuras, aunque relacionadas entre sí, organizan dos niveles muy distintos de la vida humana. Los “significados formales”, hacen presentes mentalmente las “formas” de “ser” de las cosas en el mundo. El significado permite entender “qué es” algo, la identidad de su “forma”, y entender “como funciona” en el mundo, su forma de relación con los otros entes. Una tijera es una forma concreta (instrumento con dos hojas afiladas, que se entrecruzan), cuya función es cortar objetos filamentosos o laminares. La “agnosia” y la “apraxia”, son pérdidas del reconocimiento formal del significado de algo, de su identidad y de su funcionamiento, que impiden la conducta realizadora, por la perturbación informativa sobre la ontología del mundo. La cual hace presente en el comportamiento ejecutivo el trastorno informativo. ¡¡Las alteraciones comportamentales fundadas en alteraciones de los significados ontológicos, constituyen “logopatías”!!
En cambio los “sentidos modales” hacen presentes las cosas como recursos o como sucesos que afectan nuestra vida, al entrar en ella de un modo constructivo o destructivo para las “expectativas y propósitos” del sujeto. El sentido organiza la “intencionalidad egológica”, como información que “me” afecta. Una tijera presente en el entorno y reconocida, puede no cobrar ningún sentido en una situación habitual de nuestra vida. O hacerse presente con un sentido positivo, como instrumento útil, realizador de nuestra tarea o proyecto. O puede hacerse presente con un sentido destructivo, como amenaza física para nuestra integridad (como sucede en una fobia asténica a los objetos punzantes) O puede hacerse presente como amenaza moral, con el sentido de poder obligarnos a agredir con ella a los otros (como sucede en las fobias de tipo obsesivo-compulsivo). En estos casos, la alteración modal que afecta al sujeto, no implica ninguna perturbación del entendimiento del significado formal del objeto. La alteración es motivada (a fronte, no a tergo) por el sentido de amenaza para la realización de la vida de ese sujeto. (Esta amenaza sentida es, ni más ni menos, la angustia) Importa destacar aquí que esta psicopatología no está causada determinísticamente, pero SÍ condicionada por características del “modo de ser” de la realidad, según el “tipo de mentalidad”. Un objeto inerte (cuchillo o tijeras) no tiene en la realidad poder propio de acción agresiva, ni puede tener intención y poder para obligar a alguien a agredir a otro. Salvo en un “mundo animista”, correlativo a una “mentalidad mágica”, como sucede en las culturas primarias, en la primera infancia de los humanos actuales, o en algunas estructuras psicopatológicas.
Esos dos niveles de estructuración comportamental –el del significado intelectual del “Logos” y el del sentido afectivo de la “Timia”– están implicados con formas y modos muy distintos en la psicopatología. Son estructuras diferentes, que sustentan la posible distinción de una psicopatología regional o dimensional entre Logopatías y Timopatías, correspondientes en parte a las “psicosis” y “neurosis” de la praxis clínica tradicional, aunque hoy esa distinción pretenda ser ignorada.
En los cuadros depresivos “dis-tímicos”, la pérdida del sentido de las cosas del mundo de vida, que lleva a la “anhedonia”, no implica la alteración de los significados de los entes de la realidad. En cambio un brote delirante incipiente de tipo esquizofrénico, implica la pérdida de la “evidencia natural” de los significados del mundo, pero no la pérdida de la afectividad, comprometida en la vivencia de perplejidad. Pero el sentido afectivo de las cosas, en estos cuadros, pierde su referente real del mundo de vida natural, intersubjetivo, que ha desaparecido. El sentido se vuelve incomprensible y no empatizable, por el carácter idiosincrásico de los significados ontológicos del mundo delirante.
La involución de la discriminación de formas, del entendimiento significativo del mundo en los estados de deterioro funcional cerebral, determina la involución informacional desde lo epicrítico a lo protopático, en las “psicosis exógenas” y en las “demencias”, típicas logopatías. En cambio, la “desaparición de las identidades formales” del logos práxico pre-verbal, provoca la “des-ontologización” del mundo natural en las psicosis esquizofrénicas: pérdida de la evidencia natural de los significados, del criterio de realidad, y de la diferencia yo-no yo. Desaparece el sujeto formal de las propiedades de las cosas, y el sujeto formal de los actos de vida. ¡Pero sin pérdida inicial de la racionalidad pura del pensamiento y del lenguaje! Es el “racionalismo mórbido” de Minkowski. [La expresión de Baudelaire “el loco ha perdido todo menos la razón”, constituye una buena metonimia.]
«Las alteraciones formales de las estructuras de significado de la ontología, constituyen logopatías, incluso en la “psicotización” de una timopatía.» El sentido afectivo de inaccesibilidad de los recursos del mundo en una depresión, puede transformarse en la percepción óptica plana del mundo, con la pérdida de la tercera dimensión como forma real de lo inalcanzable. Y el sentido afectivo de imposibilidad de realizar la vida personal de la depresión, en el Síndrome de Cotard se transforma en creencia delirante cognitiva: en percibirse como siendo ya realmente un organismo muerto.
En cambio sentimos las posibilidades o imposibilidades para realizar nuestra vida, desde el sentido de las situaciones en que nos encontramos. (la Sichbefindlichkeit) Esta información modal, depende del grado de “madurez de la personalidad”, y de la “mentalidad y mundo de vida” del individuo. El sentido de amenaza fóbica, como ya dije, se fundamenta en el aspecto fisiognómico de la situación. Que es el modo de hacerse presente lo imaginario. (Como sabemos desde Sartre) O la fobia se funda en la idea universal del objeto, percibido como mero ejemplar de su esencia conceptual, y no desde su individualidad. (la especie perro o el género ascensor, nunca en un objeto concreto.)
Y las adicciones no lo son “a una necesidad biológicamente imprescindible”, sino al sentimiento de “poder ser” alguien gracias al mágico poder constitutivo de lo adictivo. Ambas psicopatologías timopáticas implican estructuras del “mundo mágico”, mezcladas conflictivamente con el mundo real-personal. Algo que ya fue señalado por Viktor von Gebsattel para las “neurosis obsesivas”.
«Las alteraciones globales del sentido modal, afectando a la globalidad de la situación vital, constituyen timopatías (neurosis).» En ellas lo determinante es el carácter ideológico o imaginario del modo de relación individuo-situación que configura su psico-patología. Sólo en el nivel simbólico existen estructuras absolutas, respecto de las cuales el individuo es un sujeto pasivo-dependiente. Y sólo estructuras absolutas pueden sustentar sentidos absolutos, sean deseos convertidos en necesidades, sea riesgos parciales convertidos en amenazas totales. La hiperreflexividad de la “personalidad ideológica” del occidental moderno, facilita estas absolutizaciones y la respectiva pasividad del sujeto, impidiéndole hacer su experiencia real del mundo. A ello contribuye usualmente la inmadurez afectiva de la persona, que retiene al sujeto parcialmente en estructuras de mundo primarias, como esclavo de sus deseos, y víctima pasiva de las emociones que lo inundan, quitándole su iniciativa, su libertad y su capacidad de construir apropiadamente su mundo y vida personales.
Lo dicho esboza esquemáticamente la tesis informacional de la perturbación comunicativa individuo/situación o persona/mundo como fundamento de la psicopatología. Esta implica un comportamiento destructivo de las propiedades mismas de la realidad y del sujeto, impidiendo la apropiación constructiva de la vida por el sujeto. En el caso de las psicosis o logopatías esta perturbación es formal, por desestructuración de la información significante de la realidad ontológica del mundo. En el caso de las timopatías (o neurosis) la perturbación de la información es del sentido modal de la situación, que afecta a la persona como posibilidad destructiva. El sentido alterante de la situación está sustentado en el modo inmaduro de pretender ser o de pretender realizar la vida personal, de alguien que no se auto-constituye suficientemente en sujeto autónomo y libre de apropiación de los recursos del mundo.